martes, 16 de julio de 2013

un cuento de abril


24 de abril, 24 de abril. El 24 de abril no tendría por qué ser una fecha especial; sin embargo, lo era. Yo sabía que tenía muchas cosas que hacer aquel día. Aun no sé por qué acepté tu invitación. Recuerdo haberte dicho que sería divertido llegar picadas a clase, te dije que sería tan patético dar un examen oral completamente ebrias y que lo más probable era que la profesora nos echara de la clase. Tú me miraste y sonreíste. Pude notar un brillo malévolo en aquella mirada. Luego levantaste la mirada hacía el cielo y gritaste " Sí, hagámoslo". No supe qué decir, solo pude asentir. Hasta ahora no comprendo por qué dije que sí. La noche del 23 no pude dormir, sabía que no era correcto, no, no lo era. Tú sabes que no soy de las que faltan a clases por cualquier tontería, pero bahhh, tú no entiendes de esas cosas.

Me esperaste con una tonta sonrisa en la puerta del salón y me dijiste: " Es hora". Quise entrar, quise decirte que estaba muy ocupada, que podríamos ir cualquier otro día, pero en ese momento era incapaz de articular una sola palabra, al menos no una coherente. Sin darme cuenta, ya estábamos subiendo aquel puente. Me jalaste del brazo, en uno de esos raros lapsus de emoción que te dan de la nada. Tú solo querías llegar rápido y casi caigo de las gradas por seguirte. Finalmente llegamos, llegamos a tu tan famoso Jacarandá. No era la primera vez que iba, pero jamás imaginé que iría contigo. Me jalaste una vez más, esta vez hacía una mesa, la más oculta, la más alejada. Pediste dos cervezas. En fin, es casi imposible, para mi, poder describir la mezcla de sentimientos, pensamientos, etc. Estaba totalmente confundida y ofuscada. Estuve a punto de decirte la verdad cuando de la nada sonó tu celular; era el tonto de tu enamorado...

Contestaste y dijiste que estabas ocupada; colgaste. Estuvimos sentadas mirando nuestros vasos por casi 30 minutos, luego, sacaste tu cell y llamaste a alguien, 10 minutos después, cuatro de tus amigos llegaron, 7 minutos más, tres de tus amigas estaban gritando tu nombre desde la otra esquina del local. Pronto nuestra mesa estaba llena. Me presentaste como una de tus compañeras de la U...para qué decir que me sentía totalmente fuera de lugar. Tú te veías tan feliz; tus amigas reían, tu amigos reían. Todos hacían una bonita fotografía de fiesta y yo, bueno, yo solo soportaba tanta hipocresía porque necesitaba decirte la verdad. Pasaron las horas, bailamos, tomé y seguí tomando hasta que perdí la noción del tiempo, espacio, de mi misma. Vi tu rostro sonriente, tus mejillas.... La música no me dejaba escuchar tu risa, el lugar estaba oscuro, no podía verte. Me levanté para buscarte, tenía que encontrarte, tenía que decírtelo, pero te desvanecías entre toda esa gente. Salí corriendo de aquel lugar. La brisa del viento susurraba tu nombre. Te vi, te vi mirándome a lo lejos. Corrí hacía ti te quise alcanzar, pero de pronto, cuando estuve a punto de alcanzarte, un espacio enorme creció entre nosotros. Sentí un vacio bajo mis pies y volé, volé para llegar a ti.

Querida, tomé consciencia de lo que pasaba cuando un sonido estridente estuvo a punto de reventar mis oídos...un auto acababa de golpearme. Es una pena...siempre le tuve miedo a los puentes.
Para 092157.

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