miércoles, 16 de diciembre de 2009

let me tell you...amore (cualquier parecido con la relidad es producto de una irremediable confusión de realidades eternas)






Dios es una esfera intangible, cuyo centro está en todas partes y la circunferencia es ninguna.


05/11/09 un día para recordar

Kiri: Como ya sabrán stoy pasando por una temporada emo hippy fatal….
Sobreviviré, no hay nada q no pase con el tiempo,y, como dice una canción, con suerte solo quedará una cicatriz.

Weco: sí, pero nada que una cirugía no pueda quitar
Kiri: jajajajajaja, ay que wina xD

Bueno, bueno creo que es tiempo de sacar todo esto que llevo dentro pero yaaaaa

Samira se despertaba una vez más desganada. Eran las 6 de la mañana y tenía que apurarse para ir a la U. Ya había faltado una semana y no podía seguir así, mas el tedio la abrumaba; era inevitable despertar y no pensar en él. Se sentía muy cansada, además, había tenido una pesadilla la noche anterior y la impresión la hizo despertar. Temblorosa y asustada trataba de controlar su agitada respiración. El estómago le dolía mucho, podía sentir como el miedo se transformaba en dolor e hincaba en lo más profundo de sus entrañas; sentía como si la frustración y la tristeza le fueran inyectados a modo de suero, podía sentir cada gota diluyéndose en su alma, devastando su cuerpo y espíritu, acabando lentamente con sus ilusiones, destruyéndola toda y el recuerdo de él era la peor parte. Mientras se retorcía en la cama y envuelta en una prisión de sabanas, recordó aquel libro que había leído hace tanto tiempo, El amor en los tiempos del cólera, Florentino había sufrido de síntomas parecidos a los de esta enfermedad cuando se enamoró de Fermina Daza y Samira no podía controlar las nauseas que sentía; muy en el fondo sabía que aun estaba enamorada, sí, aun lo amaba y le dolía en las entrañas que él la negara y no sintiera lo mismo que ella. Tiempo atrás, cuando aun eran amigos, él le había dicho que el amor nunca es recíproco, siempre habrá uno que ama y el otro tan solo se deja amar. Samira no lo creía así, ella creía firmemente que ambos podían entregarse de la misma forma y amar hasta más no poder. Sin saber que estaba siendo ella una vez más la mujer que supo amar y no fue correspondida.

Su primer beso había sido en un parque cerca de la Universidad. Cómo olvidarlo, se decía a si misma. Eran las 5 de la tarde, ella estaba en el tan conocido Jacaranda, lugar en el que se reunía con sus amigos para ahogar penas que ya habían aprendido a nadar y alegrías que habían sobrevivido al naufragio de la vida, pero ya era tarde y tenía que irse a recoger un certificado. Por alguna extraña razón ella e Ignacio habían decidido ir a un Seminario de Matemática Pura y Aplicada. Samira le había prometido ir a recoger el certificado de asistencia. Es por eso que a las cinco en punto salió del Jacaranda; corrió hacia el puente, subió las gradas tratando de evitar perder el equilibrio y no miró hacia abajo para evitar el vértigo que le producía ver tantos carros yendo a toda velocidad en aquella avenida Independencia. Al fin bajó las gradas, apresuró el paso; llegó al auditorio. Este estaba repleto; Samira trató de entrar lo más discretamete posible, buscó a Ignacio y se sentó junto a él, él la recibió con una sonrisa y le dijo: “hueles a alcohol”. Al terminar la ceremonia de agradecimiento, Samira e Ignacio fueron a recoger sus certificados. Extrañamente los certificados iban dirigidos solo a Don y ¿Doña? Dónde figura doña, Samira se preguntaba. Pensó que era muy descortés de parte de los organizadores olvidar que también asistirían mujeres al seminario. Su certificado iba dirigido a Don: Samira Valencia Delgado, en fin, se dijo así misma. Tal vez los organizadores no quisieron mandar a hacer certificados dirigidos a Doña porque no habían muchas mujeres inscritas, a lo mucho 9 o 10. Ignacio había ganado la apuesta. A las mujeres no les gusta pensar y por eso no asisten a eventos de esa clase, le dijo a Samira. Ella le había apostado 10 centimos a que irían más mujeres que hombres, pero perdió.


Tenían que irse. Sin embargo, Samira aun tenia impregnado el olor del alcohol en la ropa, por eso, ella le pidió a Ignacio que la acompañara a dar un paseo hasta que se le pasara el mareo y el olor. Ignacio aceptó y caminaron hasta un parque, en una banca vacia se sentaron; ella apoyó la cabeza en el hombro de Ignacio.


Hablaron acerca de cómo la brisa del viento acariciaba las ramas de los árboles produciendo sonidos inventados, hablaron del frío que calentaba las manos de Ignacio y del árbol gay que parecía estar observándolos. Ella se sentía tan bien junto a él, era el mejor amigo que había tenido hasta ahora, sí, un verdadero amigo, de carne y hueso, amigo amigo…Él no sabía, no tenía la más remota idea de cuánto lo amaba ella. El silencio los envolvía, ella quería abrazarlo, quería…quería aunque sea por una décima de segundo sentir el calor de su abrazo, sentir el latido de su gran corazón de amigo, sentirse protegida por aquel hombre que con tan solo una palabra podía dibujar una sonrisa eterna en el rostro de Samira. Ella quería arriesgarse, podía perderlo todo, eso lo sabía muy bien, pero un abrazo, solo un abrazo pedía. Tengo frió, le dijo, y sin más preámbulos lo abrazó y le pidió que le contara una historia, una historia acerca de un vampiro. El extendió su brazo y la abrazó y así, acompañados por lo crujidos de las ramitas del árbol gay, la helada banca y el cielo nublado, se entrelazaron en aquella noche fría. Sus narices estaban frías también, sobre todo la de Samira quien en un arranque de valentía decidió prestar por un momento el calor del cuello de aquel amigo para calentar su nariz fría. El por su parte, hizo lo mismo, entonces, esas narices hicieron lo que toda nariz hace: oler. A Samira el corazón parecía escapársele del pecho; había esperado por este momento toda su vida. Las narices olían, sentían la exquisita esencia que emanaba la piel, resultado de dos almas enamoradas; las narices recorrían cada superficie de aquellos rostros sonrojados por la emoción de sentir el calor ajeno por primera vez y, finalmente, esas dos narices se encontraron en un punto exacto, en la intersección producida por la suma de labios que se enredaban en un instante perdido en el tiempo, en un instante en que dos perezosos caracoles se regocijaban en fluidos tibios, dulces, lentos, lentos y rápidos. Samira sentía algo indescriptible, estaba segura de no haber experimentado esa sensación jamás. Era amor, se decía a sí misma, AMOR. Esa fuerza divina arremetía contra la pasividad de su corazón; sentía que el amor brotaba a borbotones e inundaba cada rincón de su delgada anatomía, ese amor incierto se desparramaba por todo el parque y crecía y crecía hasta cubrir al mundo, al universo entero. El amor, Eros tomaba el control de su vida y la tenía balanceándose en una cuerda de hilos multicolor y entregando su corazón en bandeja de arcilla. Él la había besado, sí, dejaba en sus labios una marca imborrable, dejaba en su abrazo un recuerdo que se convertiría en la peor tortura que jamás pudo imaginar. Ignacio le hizo prometer a Samira que no se iría, porque ya no staban solos, porque ahora se pertenecían el uno al otro.



Mas… ese amor se mantendría en secreto. Samira había aceptado esa condición, porque era mejor eso a pensar que el sueño, su sueño podría desvanecerse como un rayo de luz en las tinieblas, era mejor eso a pensar que nunca más tendría el calor de su abrazo, era mejor eso a verse sola e imaginar que lo que había sucedido entre ellos solo fue parte de un sueño, pero no pasó de ser un secreto, no pasó de ser solo un sueño. Ya son las 12:40 pm, tiene que ir a la U. Salé de la clase de epistemología, respira profundo; contiene la respiración y sale con la cabeza en alto; gira el rostro y por un momento sus miradas se cruzan. Él baja la mirada y sonríe, pero esa sonrisa no la dirige a Samira, no, todo ha terminado. El secreto fue develado, él no pasó la prueba de los cuatro vientos y se fue como una brisa perdida en la inmensidad del mar y junto a él una nueva víctima de Eros. Samira contiene las lágrimas. “ Me ama, entiendes, me ama”. Cómo olvidar esas palabras, cómo olvidar su sonrisa desdibujada, cómo dejar el dolor atrás… El tiempo pasa, el tiempo corre, el tiempo acelera. Las lágrimas se han agotado, el dolor se transforma, la perdida termina. Samira los ve pasar de la mano y ruega a Dios detener el dolor de cada puñalada de negación, de cada lanza de indiferencia, de cada lágrima ácida que corroe su ya cristalizado corazón , pero nada de esto pasa . Porque sabe que ella debe ser fuerte, sabe que tiene que aprender a sobrellevar el dolor del alma, sabe que tiene que tener paciencia y madurar moldeando con entereza el dolor del espíritu. Le dice que olvide la venganza, que sea amable y perdone a quien ama. Porque no hay dolor más grande que el que el mismo Dios sufrió. Samira se refugia en su luz y espera algún día devolver el favor a aquel que la sonrisa le devolvió.

Lima, diciembre del 2009
Hebreos 13:5


2 comentarios:

.:vYCo:. dijo...

vaya... leyendo este tipo d post me doy cuenta lo cursi q puedo llegar a ser!!! jejeje interesante historia, a todos nos ha pasado... ser victimas de eso q llaman amor!! o eso creer... es interesante como se unen las sensaciones, paisajes y todo mezclado con un arbol gay y alcohol!!! todo coincide en un plan macabro!!! jejejeje un abrazo, gracias por leerme XD

Karina Florez Chokewanca dijo...

Plan macabro, interesante, tienes razón fue un plan macabro del destino xD
Es un gusto leer lo que escribes, de hecho, gracias por leer toda la weada emo que escribo =D

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